ESPAÑA EL TRIPLE CRIMEN. ANÁLISIS
Caso Alcàsser: el crimen que marcó a todo un país
Coincidiendo con el lanzamiento de «El caso Alcàsser» en Netflix, FARO publica un especial en el que resume toda la información publicada sobre la desaparición, tortura y asesinato de las tres menores, pero también analiza la huella de un crimen que, casi tres décadas después, sigue despertando interés social
TERESA DOMÍNGUEZ
Vídeo FOTOS: F. BUSTAMANTE/J. ALEIXANDRE/EFE
Viernes, 13 de noviembre de 1992. Míriam, Toñi y Desirée, tres jóvenes de 14 y 15 años, se dirigían con prisas a la discoteca Coolor de Picassent. No llegaban a tiempo a una fiesta que iba a terminar a las nueve de la noche. A las ocho y veinte de la tarde, un Opel Corsa blanco las recogía mientras hacían autostop. Les quedaban 800 metros hasta la discoteca, pero nunca llegaron. Esta es la crónica del triple asesinato de las niñas de Alcàsser, un crimen que ocupa un lugar destacado en la crónica negra nacional y que, 26 años después, Netflix recupera en la docuserie ‘El Caso Alcàsser’, cuyo éxito está garantizado.
¿Qué queda hoy de aquel triple crimen, de clase y de género, que removió conciencias y convirtió a tres niñas de un, entonces, desconocido pueblo valenciano en las hijas de cualquier familia española? ¿Hasta dónde caló la versión circense e interesada que del sumario hizo uno de los padres y cuántos buscadores de audiencias se le quisieron unir? ¿Hubo un antes y un después del caso Alcàsser? Ni siquiera hoy las respuestas son fáciles, ni únicas. Hay, sin embargo, un punto de encuentro entre quienes vivieron aquello en primera persona: pasar página, pero sin olvidar.
El día, un viernes 13. Las víctimas, tres niñas de tres familias de clase media, abriéndose a la adolescencia, ingenuas y felices en su mundo perfecto y ordenado. Los autores, dos tipos del lado opuesto, inadaptados sociales, crecidos en el seno de familias rotas y desestructuradas, apartados de la norma e inmersos en la delincuencia más marginal, la del último escalafón de las drogas y de los atracos a bancos al más puro estilo Vaquilla. El crimen, un compendio de saña, rencor, daño y sometimiento, de humillación encarnada en las violaciones, torturas y asesinatos de las tres chicas. El móvil, ese, que eran mujeres, y sus ejecutores se creyeron dueños de la vida y de la muerte.
El escenario, una España adicta a los programas de televisión que, por primera vez en nuestro país, hablaban de gente real que contaba sus experiencias reales ante un público real, los reality shows. Un cóctel explosivo que, aunque en noviembre cumplirá 27 años, nadie ha logrado desactivar definitivamente. Es, a todas luces, un guión perfecto en las manos de algún realizador. Un trabajo apetecible y, a buen seguro, rentable. Sin embargo, durante más de dos décadas nadie se había atrevido con ello. La sombra del estigma del caso Alcàsser siempre ha sido demasiado alargada. Quien lo tocaba, se quemaba.
Ahora, 26 años y medio después, ha llegado a las pantallas el primer proyecto audiovisual sobre el caso, en formato documental y con estreno simultáneo en 192 países bajo el paraguas de Netflix. «El caso Alcàsser» es obra del director y guionista Elías León Siminiani, candidato al Goya a la mejor película documental en la edición de este año y dueño de un Emmy al mejor drama obtenido en 2002, entre otros galardones.
UN CASO MUY ESPECIAL DESDE SUS INICIOS
Pero, ¿por qué este true crime ha sido siempre tan especial? ¿Es sólo el dolor por el cruel asesinato de tres adolescentes vejadas hasta el preciso instante de su muerte? No. Es ese algo, mucho, más, que impregnó, desde sus inicios el caso.
No era la primera vez que en España, ni siquiera en la Comunitat Valenciana, se producía un triple crimen. Víctimas y autores no eran personajes conocidos. Sin embargo, desde el primer instante, el tratamiento fue distinto, especial. ¿Se produjo en un contexto histórico único? Ciertamente, sí. En aquel tiempo, principios de los noventa, se habían registrado una sucesión de raptos, violaciones y asesinatos de niñas en diferentes puntos del país. Villalba, en Lugo; Huelva; Burgos habían sido escenario de crímenes de esas características. Algunos, cometidos por enfermos mentales y otros —esta es una de las claves— por presos reincidentes.
En esta ocasión, no era una, sino tres, las chicas desaparecidas. El único acicate que le faltaba al caso era el padre de una de las víctimas, Fernando García, erigido en protagonista absoluto de la búsqueda. Era sólo un ciudadano más de los casi 8.000 censados en Alcàsser, pero su ayuntamiento le cedió, sin pensarlo, apenas 24 horas después de la desaparición, un despacho propio en el consistorio, con teléfonos, fax y cuanto hiciera falta a su disposición.
En ese momento, Paco Lobatón enamoraba hacía ya tiempo a las audiencias con su programa «Quién sabe dónde» y reinaba en solitario en la franja horaria mejor pagada de la televisión, el codiciado prime time nocturno. En aquel tiemp...