Barbra (Judith O'Dea) y Johnny (Russell Streiner) son dos hermanos que viajan a un solitario cementerio de Pensilvania para colocar flores en la tumba de su padrastro. Al darse cuenta de lo incómoda que está su hermana en el cementerio, ya que está muy próximo el anochecer, Johnny se burla de ella e intenta asustarla. Sin embargo sus bromas son interrumpidas cuando un hombre, sin causa aparente, los ataca. Durante el forjeceo Johnny muere al golpearse la cabeza contra la esquina de una lápida mientras que su hermana huye en su automóvil perseguida por el ser.
Barbra, conmocionada por los acontecimientos, no consigue dominar el coche y lo estrella contra un árbol prosiguiendo la huida a pie. Halla una casa abandonada donde encuentra el cadáver de una mujer. La protagonista intenta marcharse pero se percata que en los alrededores hay más seres que se comportan como el que la atacó en el cementerio. En un momento crítico Barbra es rescatada por Ben (Duane Jones), un hombre joven negro cuya furgoneta se ha quedado sin combustible, llevándola dentro de la casa y deshaciéndose de los atacantes. Aunque Ben no sabe exactamente lo que está ocurriendo relata su experiencia en un pueblo cercano, en el que los muertos vuelven a la vida y atacan a los vivos. Barbra, nerviosa y presa del shock, le cuenta lo sucedido en el cementerio y se derrumba profiriendo gritos de súplica por su hermano Johnny.
Los zombis rodean la casa en búsqueda de carne humana viva.
Aunque no funciona el teléfono, a través de emisiones de emergencia por radio y televisión se comunica a la población que se trata de un fenómeno global, al parecer como consecuencia de un satélite que estaba realizando labores de investigación en Venus. De este modo los zombis buscan víctimas humanas para alimentarse de ellas devorándolas. También mediante estos informes se enteran de que los zombis solamente pueden ser destruidos por un tiro directo o un golpe fuerte en la cabeza y que, para evitar que vuelvan a la vida, los cuerpos deben ser incinerados.