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“El Lector” por Cesar Leo Marcus….
Tomando la idea de Jorge Luis Borges, quien sostenía que “todo lo que se escriben hoy, ya fue escrito hace miles de años, solo que no lo sabemos”, creo que cuando nos sentamos a escribir, nuestra mente ingresa a esa dimensión desconocida, donde las letras forman palabras y las palabras frases, hasta completar versos o prosas maravillosas, pero nada es nuestro, todo ya fue creado mucho antes que nosotros llegáramos a este mundo, en ese espacio tiempo infinito que es la literatura.
A mí personalmente me divierte muchísimo escribir, no tengo hábitos de escritura, pero soy consciente que si escribo un poco (o mucho) todos los días, mantendré la motivación necesaria, y es esa motivación la que me lleva a “sacar ese texto que hace miles de años está dentro mío”. El hábito de escribir me ayuda a organizar una fiesta de disfraces todos los días, ya que un día soy un joven médico, luego una mujer engañada y al día siguiente un asesino serial, todo frente a la computadora y sin salir de casa.
Siguiendo al idea borgiana, muchas veces comienzo a escribir sin tener muy claro hacia dónde va la historia, me dejo llevar por esa dimensión literaria de donde extraigo letras y palabras, y la historia se va desarrollando a medida que avanzo, confiando ciegamente en la voz narrativa interna, que llega a creer que la historia misma casi no importa, esa autoridad narrativa deriva de su presencia, ya que (según Borges) la escritura está predestinada.
Es la trama quien proporciona la inercia necesaria, la trama es el combustible de la historia, podemos tener el mejor automóvil del mundo, pero sin combustible sería una chatarra, y con la trama es igual, la trama es lo que atrapa al lector, la trama, el desarrollo de personajes y el interés emocional del lector, forman la ensalada exacta que define una obra, y la trama debe tener tres componentes básicos, el primero es la narración, es muy importante una historia bien contada, la segunda es lo verosímil de los personajes, cada uno debe ser creíble aunque sea fantasioso, y por último el protagonismos del lector, el lector debe “sentir” que la obra fue escrita “solo” para él, indudablemente esta mezcla es lo que lleva a un autor a escribir y a los lectores a leer.
Si bien, cuando me siento a escribir, tengo una vaga idea por donde ira la historia, dejo que los personajes y el lector decidan por sí mismos, casi en forma independientes, en el momento que creo personajes también creo posibles lectores a los que les guste esos personajes, este ejercicio me sirve para consultar a ambos sobre el avance de la obra, tener al lector en la cabeza es muy útil, puede ser que uno sepa exactamente dónde comienza la historia, pero elegir dónde quiere uno que el lector comience es muy distinto, y lo mejor es preguntarle colocándose sus zapatos, y en este punto debo confesar dos cosas, la primera es que para mí el lector es mucho más importante que la obra, y la segunda es que el lector es alguien mucho más inteligente que el autor, pero con un gran defecto, es un genio cuyo tiempo de concentración es casi nulo y si la historia no lo atrapa, la obra nacerá muerta.
Uno de los placeres del lector es adivinar, el lector disfruta adivinando lo que va a pasar, pero sí de hecho lo adivina se aburre, el lector debe ser capaz de adivinar, aunque también debe equivocarse, un buen comienzo debe sugerir, debe dar pistas acerca de la historia, pero también debe ser engañoso, el comienzo es la parte más importante de la historia para atrapar al lector, y es donde el lector se siente más tentado a adivinar y donde, al mismo tiempo, siente una mayor tentación de equivocarse, adivinar algo es placentero, pero también lo es que lo sorprendan.
Muchas veces escuche la vieja antinomia entre "comercial" o "literario", donde tildan de “comerciales” a los autores que escribían pensando en el lector, pero siempre creí que todos los autores escriben para el lector, desde Shakespeare y Cervantes Saavedra hasta García Márquez y Vargas Llosa escribieron sus obras pensando en el lector, por supuesto que no debemos confundir el éxito literario con el éxito comercial, lo que convierte a una obra “literaria” en "comercial" es la cantidad de ejemplares vendidos, tanto una obra excelente como una obra desastrosa pueden ser un éxito o un fracaso comercial, las buenas reseñas y la popularidad del autor colocan al libro en la lista de best sellers, debemos recordar que los últimos tres premios Nobel de Literatura fueron a un poeta Sueco, un novelista Chino y una cuentista de Canadá, y ninguno de los tres fueron best sellers antes de ganar el premio Nobel.
Debemos recordar que siempre se debe contar la historia completa en la primera oración.
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